En quince años, Toronto ha pasado de ser considerada la mejor ciudad ciclista de Norteamérica a la capital canadiense de las colisiones de bicicletas. No ayuda en nada el actual alcalde, Rob Ford, que fue elegido tras prometer acabar con lo que él denominó "la guerra contra el automóvil". Su animadversión hacia los ciclistas es alarmante. He aquí algunas frases suyas en las que expresa su desdén por los ciclistas:
"Y con lo que yo comparo los carriles bici es con nadar entre tiburones. Tarde o temprano te van a morder. Y cada año tenemos docenas de personas que son atropelladas por coches o camiones. No es de extrañar: las carreteras se construyen para autobuses, coches y camiones, no para personas en bicicleta. Me duele el corazón por ellos cuando oigo que alguien muere, pero al fin y al cabo es culpa suya".
El alcalde Ford ha adoptado un enfoque intimidatorio con los ciclistas. Los considera una molestia para la ciudad, cuando en realidad son una ventaja. Más ciclistas en la carretera significa menos coches en la carretera, lo que significa que los automovilistas no se encontrarán con tanto tráfico. Además, es bastante obvio que no se puede culpar automáticamente a los ciclistas de los accidentes: tanto el ciclista como el conductor son responsables de ser conscientes de su entorno y respetuosos los unos con los otros. Considerar que todos los accidentes son culpa del ciclista es una falta de respeto y una ignorancia.
El año pasado, el ayuntamiento de Toronto votó a favor de eliminar tres carriles bici, lo que no hará sino echar más leña al fuego anticiclista, ya que más ciclistas acabarán circulando por la calzada y sintiendo un resentimiento cada vez mayor hacia el alcalde y hacia las personas que piensan que los ciclistas no deben estar allí. La ciudad hizo algunas mejoras en algunos carriles bici existentes y creó una barrera entre el carril bici y la calzada, pero es un mensaje mixto bastante confuso para enviar a los ciclistas: "¡Os estamos protegiendo y a la vez alienando!".
Mientras Portland adopta la cultura ciclista e invierte en los desplazamientos en bicicleta, Toronto está dando un ejemplo muy aterrador a otras ciudades. Debería comprometerse a servir y proteger a todos sus residentes, no sólo a los que conducen coches. Estas tensiones pueden aliviarse, pero ciclistas y automovilistas deben entenderse y respetarse mutuamente, en lugar de culparse unos a otros por molestar. Ninguno de los dos va a desaparecer pronto; Toronto tiene que abordar el conflicto y trabajar para resolverlo en lugar de ignorar la situación y ver cómo empeora.
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