Este fin de semana ha habido cierto revuelo en Internet después de que el New York Times publicara un artículo sobre lo que los profesionales del derecho pueden y no pueden decir en Internet. La historia comienza con la cautelar del abogado Sean Conway, que publicó en su blog que un juez de Florida era una "bruja malvada e injusta". El Sr. Conway fue llevado ante el Colegio de Abogados de Florida para ser amonestado públicamente y multado por sus insultos, y ahora está siendo amonestado aún más por la blogosfera. De hecho, la historia ha sido recogida por el Blog jurídico del Wall Street JournalLegal Geekery y otros. Así que, por supuesto, tengo que aportar mi granito de arena.
Reconozco que no me sorprendió del todo ver un artículo sobre tecnología y abogados. Siempre se habla mucho de la tecnología y de cómo está cambiando el ejercicio de la abogacía. Los bufetes, incluido GJEL, utilizan blogs y Twitter para llegar a otros profesionales del derecho y a clientes potenciales. Es natural que los medios de comunicación informen sobre cómo esas interacciones están cambiando nuestra profesión. Pero me sorprendió el contenido de este artículo en particular. El artículo se centraba en los peligros de las redes sociales para los abogados, más que en sus beneficios. Pero el peligro no son las redes sociales en sí mismas, sino el hecho de que los abogados que las utilizan no comprendan ni respeten las normas de conducta profesional.
Todos hemos seguido algún tipo de curso sobre responsabilidad profesional en la facultad de Derecho, y también hemos realizado el Examen de Responsabilidad Profesional Multiestatal (MPRE). De hecho, todos los estados exigen aprobar el MPRE antes de que un abogado pueda ser admitido a ejercer, aunque lo que se considera "aprobar" varía según el estado. En cualquier caso, todos los abogados mencionados en el artículo del New York Times deberían conocer las normas básicas. Si no es aceptable llamar a una jueza "bruja malvada e injusta" a la cara, tampoco lo es llamarla así en un blog o en Twitter.
Todo lo que hace falta es un poco de sentido común para aplicar las normas sobre confidencialidad y respeto al poder judicial a la presencia en línea de un abogado. Es maravilloso escribir en un blog sobre su experiencia o en un esfuerzo por llegar a nuevos clientes, pero las palabras que ponemos en la web están restringidas por las mismas normas que se aplican a nuestro discurso y nuestra escritura. Hay quienes sostienen que esta restricción es injusta y que impide a los abogados tener los blogs personales y las cuentas de Twitter que tienen los demás. Pero sabíamos dónde nos metíamos cuando nos apuntamos a esta profesión. Sabíamos que habría ciertas cosas que no podríamos decir o hacer. Y debemos ser conscientes de que esas normas se trasladan también al mundo virtual.
En lugar de criticar las redes sociales y decir a los abogados que tengan mucho cuidado con ellas, sugiero que simplemente les recordemos los deberes básicos que tienen para con sus clientes y su profesión. Recuerda las normas de conducta profesional y las redes sociales no supondrán un peligro mayor para ti que el resto de tu vida.