Un reciente experimento llevado a cabo por Doug Gordon, autor del blog Brooklyn Spoke, ha confirmado lo que muchos ya sospechaban: el simple hecho de tener una barrera entre la calzada y el carril bici puede influir drásticamente en el comportamiento de los conductores. Inspirado por el carril bici de guerrilla DIY compuesto por conos de construcción naranjas, Gordon decidió utilizar vasos rojos Solo para distinguir de forma más agresiva entre el tráfico de vehículos y el carril bici adyacente. Al hacerlo, observó que el tráfico parecía ser más respetuoso con el carril bici, a pesar de que los vasos Solo rojos no tendrían ningún efecto real sobre un vehículo si éste se desviara hacia el carril bici.
El año pasado se llevó a cabo un experimento similar en Toronto. Tras la muerte de una mujer embarazada que murió atropellada por las ruedas traseras de un camión mientras iba en bici, un par de activistas ciclistas crearon un carril bici casero con palos y basura. El resultado: "Los conductores parecían mantenerse alejados de nuestro falso carril bici cuando atravesaban la intersección, incluido un gran tractor-remolque cuyas ruedas traseras se mantuvieron alejadas de nuestro carril bici".
El informe, poco científico pero útil, concluía: "La existencia de un carril bici podría evitar este tipo de colisiones al dar más espacio al ciclista y hacer que el conductor de un camión sea más consciente de que puede haber un ciclista presente". La mera presencia de un tabique adicional sirve para recordar a los vehículos que comparten la calzada con ciclistas. Además, estas pequeñas separaciones elevadas resultan mucho más eficaces que pintar una raya y esperar que los conductores se mantengan a su lado.
Los carriles bici segregados están ganando cada vez más adeptos, tanto entre los urbanistas como entre los defensores de la bicicleta. En una reciente conferencia celebrada en Vancouver BC se debatieron las ventajas de construir una red de "carriles bici segregados que realmente lleven a la gente a donde quiere ir". En Sídney, la ciudad consiguió aumentar el uso de la bicicleta en un 82% en sólo dos años gracias a la incorporación de carriles separados.
Si queremos que la gente vaya en bici, tiene que sentirse segura. Como confirman estos experimentos rudimentarios pero eficaces, los carriles bici separados funcionan. Ahora solo tenemos que empezar a aplicar lo que ya sabemos.